Cómo conté en la anterior entrada, durante 3 días (sábado, domingo y lunes) estuve despidiendo al 405, ya sólo quedaba el lunes 16 ir al concesionario a entregarlo. La idea era ir a clase de 3 a 5, y nada más terminar ir directamente al concesionario, a las 5 y media.
Recuerdo que el viernes se quedó sin gasolina, y el sábado se llenó de 10 euros de combustible, además de una garrafa en el maletero (la garrafa se le había echado el viernes, así que de los 10 euros parte fueron para rellenar la garrafa). Pero cómo 10 euros eran mucho para lo poco que lo había utilizado, por la mañana me dediqué a despedirme gastando combustible.
Bien, pues llegaron las 2 y media, la hora de irse para clase. El coche arrancó sin problemas, pero subiendo la cuesta de la Avenida de la Victoria, frente al MRW, se caló. No hubo manera de arrancarlo, ni dando a la bomba, ni echando media garrafa. Tuve que echar casi toda la garrafa y dar la vuelta para arrancarlo cuesta abajo, en lo que perdí media hora.
Cuando estaba en clase, sobre las 4 y media, recibí una llamada, era uno de los interesados en las piezas de mi coche que había ofrecido desinteresadamente a todo aquél que le interesaran en el foro del Club 405, quería principalmente los retrovisores. Ya estaba en el concesionario esperandome, aunque yo no pensaba ir hasta una hora después.
Termina la clase y empieza la odisea: llegar al concesionario. El concesionario estaba bastante accesible por la M-40 este. Tomando la salida de la peineta en unos 15 minutos desde Leganés debería estar.

Unas últimas fotos antes de salir, y voy para allá. Nada más arrancar me cruzo con dos coches de policía en sentido contrario. El primero, imprudentemente deja de mirar durante 5 segundos al frente para mirar mantener fijamente su mirada atónica en el 405.
La M-40 estaba algo espesa, pero sin llegar a atascarse. Llego a la desviación de la Peineta y me encuentro que no pone en la desviación "Estadio Olímpico" ni nada parecido. Solamente Coslada, pero estaba casi seguro que era esa... aunque podría ser que Coslada tuviera otra desviación antes. Cómo había atasco para acceder a la rotonda de la salida, decido seguir, no vaya a ser que sea una salida anterior y que además de equivocarme tuviera que tragarme el atasco.
Así que sigo hacia delante, y en caso de que cómo pensaba fuera esa salida, cojo la A-2 y accedo por Canillejas. Y así fue, realmente era esa salida así que me tuve que ir un poquito por el ramal del aeropuerto y otro poquito por la A-2 para coger el cutre desvío provisional de Canillejas.
Al ser provisional, las indicaciones me hacen ir entre callejuelas, hasta que me encuentro con una a la que le han cambiado el sentido, sumamente atascada. Busco alternativa pero no hay, así que me toca comerme el atasco.
Lo que no sabía era la magnitud del atasco. 20 minutos estuve para doblar la esquina y poco más. Antes de doblarla, un taxi del carril de al lado (el cual estaba destinado a los que giraban hacia el otro lado) se para a mi lado. Me pego al de alante pensando que lo que quiere es incorporarse a mi carril sin hacer la cola, pero no, resulta que estaba entreteniendose en el atasco mirando los dibujos del coche.
Yo me entretenía quitando las piezas de los retrovisores, para que el chico que había venido a por ellos (alias "Chacal") luego no tardara tanto en llevarselos. Cuando ya llevaba 20 minutos en el atasco y veía que aquello no avanzaba, me puse en contacto con Chacal, al que pareció no importarle tener que esperar bastante más después de llevar casi hora y media.
El resto de los coches del atasco flipaban con el coche, además de pararse un taxi, también se paró un autobús (increiblemente por el atasco circulaban líneas de autobús). En la subida del puente, se incorporó procedente de otra calle una furgoneta de reparto, cuyo conductor riéndose me preguntó si me dejaban llevar el coche así, si no me paraba la Guardia Civil. Le conté que no, que esa mañana la policía no me había dicho nada. Le encantó lo de que lo "tuneara a mi manera", pasé yo primero y se colocó esta furgoneta detrás.
Justo cuando estaba a punto de subir la cuesta del puente, el coche se caló. Con la garrafa que le había echado al salir de casa tenía combustible de sobra para llegar, pero no para soportar más de media hora de atasco. Me había quedado sin gasóleo.
Lo intenté arrancar, pero al calarse otra vez me dí cuenta que lo mejor era no gastar en el atasco el poco combustible que me quedaba. Así que me bajé a empujarlo, explicandole la situación al de la furgoneta de atrás. Si ya le hacía gracia el coche, no os podeis imaginar la cara del tío cuando encima ve la situación de que voy empujando el coche.
De repente, el coche empezó a coger demasiada velocidad. Resulta que el copiloto de la furgoneta (un hombre con pinta de sudamericano) se había bajado y me estaba empujando el coche.
Una vez llegué a la bajada del puente, no había problema, el coche bajaba sólo. Tan sólo tuve problema un poco más adelante, dónde antes de empezar una pronunciadísima cuesta hasta la calle Alcalá (dónde está el concesionario), hubo que empujarlo.
Precisamente ahí se encontraba un policía municipal, que parecía que se iba, pero que se quedó el tiempo justo para darse cuenta de mi situación. Me dijo que lo parara en la acera, que no podía seguir así.
Le expliqué la situación, estaba a escasos metros del concesionario, y en la cuesta abajo no tendría problemas, pero no me dejó continuar. O llamaba a la grúa, o me iba a por combustible, o me lo tría otra persona. Se sorprendió cuando el sudamericano se marchó en la furgoneta y el policía descubrió que iba sólo.
Saqué la garrafa del maletero y eché el poquito que quedaba (no se si llegaría a un cuarto de litro), pero con lo poco que era ni lo intenté arrancar (teniendo en cuenta que unas horas antes había necesitado más de 4 litros para arrancarlo). Me pidió los papeles y mientras los comprobaba llamé a mi padre que esperaba en el concesionario, pero no pude terminar la llamada del cabreo que se pilló.
El poli me pidió el seguro, a lo que le contesté que lo comprobará él mismo. Le supliqué que me dejara llevarlo cuesta abajo, pero no hubo manera. GAME OVER. Hasta allí había llegado. Ya había perdido mucho tiempo, pero esto ya era demasiado. Que viniera la grúa o ir a por gasóleo a una gasolinera (no había ninguna cerca), con todo el atascazo que había supondría más de una hora. Mi padre y Chacal llevaban ya bastante tiempo en el concesionario y eso ya sería demasiado. Fracaso absoluto, ya no es que llegara tarde al concesionario, es que no iba a poder llegar. Tan sólo tenía que llegar al concesionario, pero había perdido en esta misión.
Ver mapa más grande
No consigo que aparezca sólo el trozo del mapa que interesa. Si haceis zoom podeis ver la situación exacta en la que ocurrió cada cosa.
Se me ocurrió rezar porque el gasóleo que le había echado sirviera para algo y le pregunté al poli (por dios, que tonto era, nada que ver con el de la mañana) que si lo conseguía arrancar me dejaba continuar. Me dijo que si le enseñaba el seguro sí, a lo que hice oidos sordos. Arrancó a la primera, estiré la mano para cogerle los papeles por la ventanilla del copiloto y me largué rezando para que no se calara.
Mientras bajaba la cuesta miraba al policía a ver cuando estaría suficientemente lejos cómo para poder seguir aunque se me calara. Justo se me caló cuando consideré que había llegado a esa distancia. Efectivamente no me vió y pude continuar el atasco con el coche apagado. Me había librado del poli, y podía llegar cuesta abajo hasta la calle Alcalá, pero no tenía ni idea de dónde estaba exactamente el concesionario viniendo desde esa calle.
Pregunté durante el atasquillo a un señor que iba por la acera pero no conocía ningún concesionario Peugeot. Mal rollo, quizás no estaba tan cerca.
Decidí tomar la calle Alcalá en sentido oeste. Los motivos fueron cuatro, en el otro sentido no quedaba mucha calle, me daba la impresión que estaría por allí, no tenía que cruzarme al otro carril y el semáforo me permitía girar en ese sentido sin parar.
Aprovechando la marcha de la cuesta metí segunda e intenté arrancar en marcha. Arrancó y cojí la calle Alcalá sin que se me calara. Pero no sabía dónde estaba el concesionario. Pensé en preguntar a la gente, pero no quise arriesgarme a que se me calara si paraba, así que seguí y seguí, mientras intentaba buscar los números. Era el 534 y localicé el 572, así que me podía quedar bastante. Avance un poquillo y se me cerró un semáforo así que tuve que parar.
Ya desde el semáforo ví el concesionario, así que aunque se me calara podrían ayudarme a empujarlo. El problema es que estaba cuesta arriba, con una considerable pendiente. Así que pensé en saltarme el semáforo, aunque finalmente esperé y cuando se puso en verde salí rápidamente.
Me crucé en el semáforo con mi padre que venía a buscarme. Seguí para meterme en el concesionario, no se caló. Tuve que esperar para poder cruzarme porque el otro carril estaba atascado, pero ya casi lo había conseguido.
Siguió sin calarse y pude meterme en el concesionario. Pregunté a uno del concesionario dónde lo dejaba para que se lo llevaran al desguace y me indicó el sitio que estaba más cerca. No tuvo en cuenta la imagen que daría un coche así con unos dibujos tan obscenos justo en la puerta del concesionario.
Al bajarme, me saludó el hermano de Alberto, que había venido a por piezas. A los del concesionarios les daba igual, sólo necesitaban que tuviera ruedas, así que se llevaron todo lo que pudieron. En principio sólo los retrovisores, luego los faros y cuando vieron todo el motor les entraron ganas de llevarse de todo. Me fuí y les dejé que siguieran quitando cosas.

Me hubiera gustado haberle hecho más fotos allí, y haberles pedido a Chacal y a su hermano que me firmaran el coche, que era cómo me imaginaba la despedida del coche. Pero resultó ser algo más rápido de lo que pensaba, aunque estuve sacando lo poco que quedaba del coche y tal, más de 15 minutos muy acelerados.
Pensaba que me iba a resultar difícil irme y abandonar el coche allí, pero me fuí rápidamente y no con la sensación de abandono (aunque sabía que lo abandonaba) sino con otra sensación bien distinta, la de conseguir el objetivo de llevar el coche a su destino.
Me había costado tanto tiempo, y estuve tan cerca de perder cuando me lo inmovilizó el policía, que sólo podía pensar en que había conseguido una cosa inicialmente tan simple pero que me costó tantísimo.
Lo conseguí. Así acabó la historia del coche. Terminó el juego. La sensación precisamente era parecida a la de un videojuego al cual llevas meses jugando y que para terminarlo tienes que superar la última y más difícil misión, la cual va precedida de otras también míticas (las que hubo en la despedida). Y tras acabar el juego, no lo volverás a jugar jamás, pero siempre nos quedará en el recuerdo.
Al llegar a casa estaba muerto. No podía mover casi ningún músculo, me dolía la cabeza y todo el cuerpo, había sido demasiado esfuerzo. Afortunadamente pude dormir 12 horas tras las cuales resucité completamente.
Recuerdo que el viernes se quedó sin gasolina, y el sábado se llenó de 10 euros de combustible, además de una garrafa en el maletero (la garrafa se le había echado el viernes, así que de los 10 euros parte fueron para rellenar la garrafa). Pero cómo 10 euros eran mucho para lo poco que lo había utilizado, por la mañana me dediqué a despedirme gastando combustible.
Bien, pues llegaron las 2 y media, la hora de irse para clase. El coche arrancó sin problemas, pero subiendo la cuesta de la Avenida de la Victoria, frente al MRW, se caló. No hubo manera de arrancarlo, ni dando a la bomba, ni echando media garrafa. Tuve que echar casi toda la garrafa y dar la vuelta para arrancarlo cuesta abajo, en lo que perdí media hora.
Cuando estaba en clase, sobre las 4 y media, recibí una llamada, era uno de los interesados en las piezas de mi coche que había ofrecido desinteresadamente a todo aquél que le interesaran en el foro del Club 405, quería principalmente los retrovisores. Ya estaba en el concesionario esperandome, aunque yo no pensaba ir hasta una hora después.
Termina la clase y empieza la odisea: llegar al concesionario. El concesionario estaba bastante accesible por la M-40 este. Tomando la salida de la peineta en unos 15 minutos desde Leganés debería estar.
Unas últimas fotos antes de salir, y voy para allá. Nada más arrancar me cruzo con dos coches de policía en sentido contrario. El primero, imprudentemente deja de mirar durante 5 segundos al frente para mirar mantener fijamente su mirada atónica en el 405.
La M-40 estaba algo espesa, pero sin llegar a atascarse. Llego a la desviación de la Peineta y me encuentro que no pone en la desviación "Estadio Olímpico" ni nada parecido. Solamente Coslada, pero estaba casi seguro que era esa... aunque podría ser que Coslada tuviera otra desviación antes. Cómo había atasco para acceder a la rotonda de la salida, decido seguir, no vaya a ser que sea una salida anterior y que además de equivocarme tuviera que tragarme el atasco.
Así que sigo hacia delante, y en caso de que cómo pensaba fuera esa salida, cojo la A-2 y accedo por Canillejas. Y así fue, realmente era esa salida así que me tuve que ir un poquito por el ramal del aeropuerto y otro poquito por la A-2 para coger el cutre desvío provisional de Canillejas.
Al ser provisional, las indicaciones me hacen ir entre callejuelas, hasta que me encuentro con una a la que le han cambiado el sentido, sumamente atascada. Busco alternativa pero no hay, así que me toca comerme el atasco.
Lo que no sabía era la magnitud del atasco. 20 minutos estuve para doblar la esquina y poco más. Antes de doblarla, un taxi del carril de al lado (el cual estaba destinado a los que giraban hacia el otro lado) se para a mi lado. Me pego al de alante pensando que lo que quiere es incorporarse a mi carril sin hacer la cola, pero no, resulta que estaba entreteniendose en el atasco mirando los dibujos del coche.
Yo me entretenía quitando las piezas de los retrovisores, para que el chico que había venido a por ellos (alias "Chacal") luego no tardara tanto en llevarselos. Cuando ya llevaba 20 minutos en el atasco y veía que aquello no avanzaba, me puse en contacto con Chacal, al que pareció no importarle tener que esperar bastante más después de llevar casi hora y media.
El resto de los coches del atasco flipaban con el coche, además de pararse un taxi, también se paró un autobús (increiblemente por el atasco circulaban líneas de autobús). En la subida del puente, se incorporó procedente de otra calle una furgoneta de reparto, cuyo conductor riéndose me preguntó si me dejaban llevar el coche así, si no me paraba la Guardia Civil. Le conté que no, que esa mañana la policía no me había dicho nada. Le encantó lo de que lo "tuneara a mi manera", pasé yo primero y se colocó esta furgoneta detrás.
Justo cuando estaba a punto de subir la cuesta del puente, el coche se caló. Con la garrafa que le había echado al salir de casa tenía combustible de sobra para llegar, pero no para soportar más de media hora de atasco. Me había quedado sin gasóleo.
Lo intenté arrancar, pero al calarse otra vez me dí cuenta que lo mejor era no gastar en el atasco el poco combustible que me quedaba. Así que me bajé a empujarlo, explicandole la situación al de la furgoneta de atrás. Si ya le hacía gracia el coche, no os podeis imaginar la cara del tío cuando encima ve la situación de que voy empujando el coche.
De repente, el coche empezó a coger demasiada velocidad. Resulta que el copiloto de la furgoneta (un hombre con pinta de sudamericano) se había bajado y me estaba empujando el coche.
Una vez llegué a la bajada del puente, no había problema, el coche bajaba sólo. Tan sólo tuve problema un poco más adelante, dónde antes de empezar una pronunciadísima cuesta hasta la calle Alcalá (dónde está el concesionario), hubo que empujarlo.
Precisamente ahí se encontraba un policía municipal, que parecía que se iba, pero que se quedó el tiempo justo para darse cuenta de mi situación. Me dijo que lo parara en la acera, que no podía seguir así.
Le expliqué la situación, estaba a escasos metros del concesionario, y en la cuesta abajo no tendría problemas, pero no me dejó continuar. O llamaba a la grúa, o me iba a por combustible, o me lo tría otra persona. Se sorprendió cuando el sudamericano se marchó en la furgoneta y el policía descubrió que iba sólo.
Saqué la garrafa del maletero y eché el poquito que quedaba (no se si llegaría a un cuarto de litro), pero con lo poco que era ni lo intenté arrancar (teniendo en cuenta que unas horas antes había necesitado más de 4 litros para arrancarlo). Me pidió los papeles y mientras los comprobaba llamé a mi padre que esperaba en el concesionario, pero no pude terminar la llamada del cabreo que se pilló.
El poli me pidió el seguro, a lo que le contesté que lo comprobará él mismo. Le supliqué que me dejara llevarlo cuesta abajo, pero no hubo manera. GAME OVER. Hasta allí había llegado. Ya había perdido mucho tiempo, pero esto ya era demasiado. Que viniera la grúa o ir a por gasóleo a una gasolinera (no había ninguna cerca), con todo el atascazo que había supondría más de una hora. Mi padre y Chacal llevaban ya bastante tiempo en el concesionario y eso ya sería demasiado. Fracaso absoluto, ya no es que llegara tarde al concesionario, es que no iba a poder llegar. Tan sólo tenía que llegar al concesionario, pero había perdido en esta misión.
Ver mapa más grande
No consigo que aparezca sólo el trozo del mapa que interesa. Si haceis zoom podeis ver la situación exacta en la que ocurrió cada cosa.
Se me ocurrió rezar porque el gasóleo que le había echado sirviera para algo y le pregunté al poli (por dios, que tonto era, nada que ver con el de la mañana) que si lo conseguía arrancar me dejaba continuar. Me dijo que si le enseñaba el seguro sí, a lo que hice oidos sordos. Arrancó a la primera, estiré la mano para cogerle los papeles por la ventanilla del copiloto y me largué rezando para que no se calara.
Mientras bajaba la cuesta miraba al policía a ver cuando estaría suficientemente lejos cómo para poder seguir aunque se me calara. Justo se me caló cuando consideré que había llegado a esa distancia. Efectivamente no me vió y pude continuar el atasco con el coche apagado. Me había librado del poli, y podía llegar cuesta abajo hasta la calle Alcalá, pero no tenía ni idea de dónde estaba exactamente el concesionario viniendo desde esa calle.
Pregunté durante el atasquillo a un señor que iba por la acera pero no conocía ningún concesionario Peugeot. Mal rollo, quizás no estaba tan cerca.
Decidí tomar la calle Alcalá en sentido oeste. Los motivos fueron cuatro, en el otro sentido no quedaba mucha calle, me daba la impresión que estaría por allí, no tenía que cruzarme al otro carril y el semáforo me permitía girar en ese sentido sin parar.
Aprovechando la marcha de la cuesta metí segunda e intenté arrancar en marcha. Arrancó y cojí la calle Alcalá sin que se me calara. Pero no sabía dónde estaba el concesionario. Pensé en preguntar a la gente, pero no quise arriesgarme a que se me calara si paraba, así que seguí y seguí, mientras intentaba buscar los números. Era el 534 y localicé el 572, así que me podía quedar bastante. Avance un poquillo y se me cerró un semáforo así que tuve que parar.
Ya desde el semáforo ví el concesionario, así que aunque se me calara podrían ayudarme a empujarlo. El problema es que estaba cuesta arriba, con una considerable pendiente. Así que pensé en saltarme el semáforo, aunque finalmente esperé y cuando se puso en verde salí rápidamente.
Me crucé en el semáforo con mi padre que venía a buscarme. Seguí para meterme en el concesionario, no se caló. Tuve que esperar para poder cruzarme porque el otro carril estaba atascado, pero ya casi lo había conseguido.
Siguió sin calarse y pude meterme en el concesionario. Pregunté a uno del concesionario dónde lo dejaba para que se lo llevaran al desguace y me indicó el sitio que estaba más cerca. No tuvo en cuenta la imagen que daría un coche así con unos dibujos tan obscenos justo en la puerta del concesionario.
Al bajarme, me saludó el hermano de Alberto, que había venido a por piezas. A los del concesionarios les daba igual, sólo necesitaban que tuviera ruedas, así que se llevaron todo lo que pudieron. En principio sólo los retrovisores, luego los faros y cuando vieron todo el motor les entraron ganas de llevarse de todo. Me fuí y les dejé que siguieran quitando cosas.
Me hubiera gustado haberle hecho más fotos allí, y haberles pedido a Chacal y a su hermano que me firmaran el coche, que era cómo me imaginaba la despedida del coche. Pero resultó ser algo más rápido de lo que pensaba, aunque estuve sacando lo poco que quedaba del coche y tal, más de 15 minutos muy acelerados.
Pensaba que me iba a resultar difícil irme y abandonar el coche allí, pero me fuí rápidamente y no con la sensación de abandono (aunque sabía que lo abandonaba) sino con otra sensación bien distinta, la de conseguir el objetivo de llevar el coche a su destino.
Me había costado tanto tiempo, y estuve tan cerca de perder cuando me lo inmovilizó el policía, que sólo podía pensar en que había conseguido una cosa inicialmente tan simple pero que me costó tantísimo.
Lo conseguí. Así acabó la historia del coche. Terminó el juego. La sensación precisamente era parecida a la de un videojuego al cual llevas meses jugando y que para terminarlo tienes que superar la última y más difícil misión, la cual va precedida de otras también míticas (las que hubo en la despedida). Y tras acabar el juego, no lo volverás a jugar jamás, pero siempre nos quedará en el recuerdo.
Al llegar a casa estaba muerto. No podía mover casi ningún músculo, me dolía la cabeza y todo el cuerpo, había sido demasiado esfuerzo. Afortunadamente pude dormir 12 horas tras las cuales resucité completamente.
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